Pacho, el acento diacrítico de la academia

08.11.2008 17:54

Pacho es un fascista del idioma. La representación del verdugo ortográfico. A sus ojos no se les escapa un error de puntuación, llegó al extremo de no ver una película porque en el título faltó una coma y además cree que el español es una prostituta que permite alcahueterías como las  palabras que diariamente se forman en el parlache o en el lenguaje incluyente, tan popular por estos días.

Una coma después de un sujeto, una ese cuando va una ce, un que preguntando sin la tilde o un párrafo de quince líneas son errores que Francisco Vanegas, más conocido como Pacho, considera increíbles de cometer en estudiantes que ya deberían escribir correctamente, pero hasta la Real Academia se equivoca.

En cada clase manifiesta la indignación que siente al ver los noticieros de televisión o al leer los textos de los “casi” periódicos de este país, de los cuales saca fotocopias, objeto que lo identifica por la cantidad que mantiene en su morral, para repartir a sus estudiantes. Hasta las cartas que le envían los bancos las utiliza para ilustrar qué tan mal escribe la gente, tanto que ni para cobrar lo hace bien.

Aunque son pocos los momentos que permanece en la universidad, Pacho es un tema diario de tertulia y de salón. Cuando asoma en la cafetería, sin aviso alguno, los comentarios de los “chistecitos” que le toca leer y de lo mucho que disfruta corregirlos son el elixir del docente que se confunde a simple vista con un seminarista, porque además lo fue.

Los talleres que comprueban si el discurso de dos o tres horas en clase fue efectivo y pedagógico, con los múltiples ejemplos que excitan al público, son el suplicio de quienes no empiezan a escribir valiéndose de mapas conceptuales, lluvias de ideas o hechos observados, métodos que muy pocos continúan aplicando después de concluir el curso con Pacho.

En fin, la ventaja de tenerlo como profesor es que no hay que ingresar al portal www.rae.es o cargar un diccionario porque él es uno ambulante. Sólo hay que cuidarse de la nota, la cual suele ser una sorpresa, no muy alentadora, al final del semestre.

 

 

 

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